«La historia de la gastronomía es la historia del mundo» Carme Ruscalleda, chef catalana. 

Tengo la ligera sensación de que en este período de exaltación femenina (8 de marzo y alrededores) está permitido, en los últimos tiempos, decir estupideces y obrar de manera un tanto anárquica. Días deberían ser estos de gran revuelo entre los fogones femeninos de este país (no piensen mal, por favor, líbreme Dios de hallar una foto en prensa de alguna cocinera quemando contenedores, invadiendo tiendas a gritos y enarbolando banderas cuyo significado, por más que estrecho los ojos no atino a contextualizar). Sin embargo, algo no me encaja… 

Las cocinas han sido siempre territorio de madre y de abuela, pero han sido los hombres los que han sabido proyectarse bien fuera de ellas. Tontos y listos han convivido desde todos los tiempos, así que no creo que el cerebro masculino se diferencie por una mejor capacitación neuronal gastronómica que el femenino, pero hay que reconocer que ellos sí han sido más valientes y en este campo lo han hecho mucho mejor. 

Me han faltado acciones serias, firmes y con contenido de mujeres reclamando sus derechos laborales, el gran reto y suspenso, sin lugar a duda, de la gastronomía en este país. Porque no olvidemos que estos días comenzaron siendo los de la mujer trabajadora reclamando sus derechos y han acabado en la exigencia de igualdad de todo lo propio y lo impropio. Me falta calidad en las manifestaciones, me falta argumento y contenido en las acciones que han recorrido los medios de comunicación, me falta originalidad en una lucha que por lo general se ha vuelto terriblemente vulgar. 

«La historia de la gastronomía es la historia del mundo» dijo Carme Ruscalleda. Una frase tan cierta como que parte de esa historia está escrita a fuego por mujeres. Por Dios ¿dónde han quedado todos eso valores que definen a las heroínas de nuestras familias? ¿Dónde ha quedado esa lucha llena de mujeres valientes? ¿Esa fuerza de los matriarcados tan propios de nuestro país? Supongo que no se identifican con la ola de feminismo desbocado actual. 

Siempre he pensado que uno de los grandes errores de la Real Academia Española fue no haber aceptado a la escritora y crítica gastronómica gallega Emilia Pardo Bazán dentro de sus filas. Condesa, sí, pero luchadora innata y visionaria del buen feminismo como ninguna. Otro gallo nos cantaría a día de hoy en el desarrollo de nuestra cultura gastronómica si los académicos hubieran accedido a alguna de sus tres peticiones de acceso, porque «seremos la gastronomía más respetada del mundo» pero eso no nos hace ser más cultos gastronómicamente. Seamos chico o chica. 

Ay (suspiro)… también me aburre tanto la ignorancia gastronómica… 

Foto de portada | Sora Paola, cocinera de la Trattoria der Pallaro, Roma