«Soy cocinero, creo conceptos y soy empresario» Quique Dacosta, chef extremeño. 

Mucho se oye estos días acerca del matrimonio Dacosta/Mandarin, bendecido por unos y repudiado por otros. Y es que en el amor, esto siempre pasa… unos dirán que la pareja es perfecta, llena de armonía y que no podría ser de otra manera, a la vez que otros lo desmienten y le vaticinan un futuro incierto repleto de infidelidades y abandonos.

Mientras… yo solo veo un gran amor lleno de precontratos. 

¿Siento debilidad por Quique Dacosta? No exactamente, pero es que viste bien. Y se preocupa por su imagen. Que parece que en los últimos años si no llevas ocho pendientes y tres tatuajes no puedes ser buen cocinero, o al menos de los que está de moda. Además, está lo de revelarse contra el mundo, ser más hippy que empresario y poseer una vanidad absoluta. Y lo del ego. Eso también suma al listado de condiciones de moda de gran chef. 

Todo esto se traduce en ocasiones en una mediocridad tan apabullante como absurda: egos necesitados de likes, de prensa, de visibilidad, empoderados con las redes sociales y vacíos de proyectos y propuestas propias, con una ignorancia vergonzosa acerca de cómo llevar sus negocios a los que ni miman ni quieren (de nuevo el amor) ni saben cómo querer. 

Pero la gastronomía está en una época de cambio, y para bien o para mal, los cocineros (ya sean de tatuaje o de corbata) que se han molestado en aprender, crecer y avanzar se quedarán con proyectos increíbles. Y cada uno de esos proyectos increíbles no será más que una extensión de ellos mismos, de su personalidad, de sus inquietudes, de sus búsquedas y de su vida. 

Creo que la esencia (y por qué no la elegancia) del trabajo de Quique Dacosta conjuga perfectamente con la filosofía Mandarin Oriental (y lo digo yo que he pasado muchas noches en sus hoteles). Pero siento una gran curiosidad por el delicado maridaje de los usos y costumbres de un edificio que forma parte de la historia y la cultura más arraigada de Madrid, con los nuevos caldos de este gigante asiático. En mi opinión es una labor tan compleja como elaborar un delicado encaje de camariñas para el ajuar de la novia. 

El hotel Ritz nació para albergar la boda del rey Alfonso XIII, y yo hoy, señores, proclamo mi adoración absoluta a esta nueva unión (Dacosta/Mandarin) que verá nacer de nuevo a nuestro querido hotel Rizt. Y le doy todas mis bendiciones. 

Ay (suspiro)… me fascinan los matrimonios gastronómicos… 

Foto de portada | Hotel Ritz Mandarin Oriental Madrid