Madrid está de moda. Prueba de ello son las últimas aperturas de restaurantes en la capital. Uno de los últimos en abrir es Mauricio Giovanini, cocinero y propietario de Messina, que tiene una estrella Michelin en Marbella. El restaurante se llama Bar de Fuegos y es toda una declaración de intenciones. El hilo conductor de toda la propuesta es el fuego y las brasas, algo que no pasa desapercibido nada mas entrar al restaurante.

Aprovechando mi asistencia a Madrid Fusión, me acerqué hasta Chueca para conocer a Mauricio y su propuesta gastronómica. Como buen argentino, nacido en Córdoba, lleva la parrilla en su ADN y eso es lo que ha querido transmitir. Pese a ello, no estamos delante de una parrilla argentina tradicional. Lejos de la alta cocina, Bar de Fuegos quiere ser un lugar informal, con buena comida y para todo los públicos.

El espacio del Bar de Fuegos

Contrario al minimalismo de Messina, este espacio diseñado por Pato Duhale, es divertido, colorido y con un punto transgresor. Muy alineado con la estética del barrio. El local es alargado y la barra te da la bienvenida. Las parrillas son las protagonistas indiscutibles del restaurante, justo enfrente de la barra. El fuego tiene algo magnético que te atrapa y no puedes dejar de mirarlo. Al fondo, el comedor decorado en tonos marrones anaranjados, con mesas de madera. En las paredes unos murales con una estética atrevida, descontracturada y con un punto kitsch.

bar de fuegos comedor

La comida en el Bar de Fuegos

La respuesta a tu pregunta es, sí. Todo lo que vas a probar ha pasado de alguna forma u otra por la brasa. Desde los entrantes, las ensaladas, las carnes y pescados, las pizzas, los entrepanes y hasta los postres. La propuesta es variada, directa y gustosa.

Imprescindible empezar por los Chipá, unos panecillos de queso y mandioca, un entrante clásico de Messina.

Los nems, con el frescor de la lechuga, la coliflor con el humo y el picante del kimchi o el ni escabeche – ni ceviche de corvina, son otros de los entrantes que probé. Perfectos para ir abriendo el apetito. Acompañados de un cóctel con mezcal, porqué no. El ahumado combina perfectamente con el sabor de los platos.

A partir de ese punto la elección se torna más difícil. Idealmente es un restaurante donde se pueden compartir los platos para poder probar más variedad, ya que la oferta es muy atractiva. Yo probé algunos de los entrepanes, muy rico el de ternera con cebolla dulce, chimichurri y tomate seco, aunque la de setas, no se quedaba atrás. La lubina a la brasa, en su punto de cocción, con toda la intensidad de sabor. El punto final, como no podía ser menos, un lomo de vaca madurado de origen alemán, pura mantequilla.

El postre ligero y refrescante, era lo que me pedía el cuerpo después de la comida. La piña a la parrilla con soda de lima y pisco, es perfecta para terminar un menú tan cárnico, como el que me comí. Aunque también hay opciones dulces para los golosos, que no podéis terminar sin chocolate o dulce de leche.

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